Hérase que se Hera el huerto que de ella era, donde las manzanas
doradas la inmortalidad daban. A las herpérides la tarea de la arboleda
cuidar se les encomendó, pero también ellas de ello comiendo se las
pilló. Por ello ella, que era Hera desde hace eras, un dragón de cien
cabezas en el jardín plantó, como custodio añadido, al que llamó
Ladillón.
Así que Herculón para uno de sus famosos “trabajos” allí recaló, y las manzanas de dicho jardín robó.
Pilláronle
las herpérides y un jari se montó: besáronle y herpes propináronle; y
el Ladillón mordióle en donde la espalda su nombre perdió y ladillas
allí le plantó.
Luego la leyenda todo aquello cambió.